domingo, 8 de marzo de 2015

Día internacional de la Mujer

Vamos a desnudarnos
y empezar a sabernos las cosas desde dentro,
porque quizás vestidos
ocultamos el fuego que abrasa nuestros cuerpos.

Cualquier mujer puede sentirse amada
aunque algunas aun vírgenes
permanezcan en la esterilidad que alargó su niñez.
Ellas improductivas se ofrecen
cuando sin arriesgarse saben como el invierno
la carencia del fruto.
Sin embargo, las otras entre las cuales tú,
que se determinan entregar a un esposo,
eventuales estériles, os merecéis la gloria.

Emerge de vosotras más allá de la realización
un deseo que como en una puerta sin ajustar
golpea.

Un retenido impulso  arroja vuestra sangre
hacia vuestra razón, donde el amor se ordena.

Crecéis y un poco de Rodin y su estatua
usáis de los vestidos para ocultar,
donde con la misma materia
se hace carne y vestido 
facultad de la piedra que en su dureza engaña.

Ven aquí ya donde mi amor aún crece.
Te quiero igual y diferente, tal como te predispongo
en la blanca soledad de las sábanas,
más unida en el hijo que llevamos partido, 
más cercana a mis noches de sueños, violada.
Si no, no me reproches si es que el amor es múltiple
y por las largas calles o las cafeterías
siento el deseo oculto oculto de una mujer extraña.
Yo la miro y me mira pero nada le digo,
 se pierde largamente y es un amor que pasa.

Sin embargo tú no: tú siempre en mí presente
de doce a doce, a una,
poseyéndote siempre, como cuando me callo,
a pesar del silencio, me rompen las palabras.
Llena de sensaciones entras en mí constante
y siempre te renuevas  con  mil matices, MASHA.

Como nosotros nos necesitamos,
ni las cosas más semejantes a nosotros se necesitan.
Obsérvalo si no cuando por la calle Galileo
hacia  Cuatro Caminos ascendemos,
en esos inmutables, silenciosos vegetales;
nada dicen, se callan. Son árboles, su misión
 se oculta en las raíces y es crecer.
Cómo crecen, se realizan y complementan solos, 
vegetalmente solos a través de su savia.

Por el contrario tú largamente empujada
como el final de un río, la rabia concentrada en el grito,
o la luz que protesta prisionera en la lámpara, 
llegas hasta el final de mí, carne o fruta de carne
mordida y arañada;
 y cómo siento entonces mi inacabado cuerpo
que se acaba en el tuyo
cuando me haces entrega
de esa mitad de sexo que me falta.
















Fragmento del cuadro de José Pedro Gadoy, pintor chileno, visto en ARCO Madrid la semana pasada

sábado, 22 de febrero de 2014

ESTACIÓN DE PASO


Todas las tardes cuando ya anochece
siento en el pecho una estación de paso
con un banco de sangre gastado por la espera.

Cuando se acerca el tren de medianoche
veo una luz que en su interior se apaga
en un vagón que nunca abre las puertas.

Son los primeros días de verano
con un sabor a frutas inmaduras
y un olor aún reciente de primavera vieja.
La misma sensación que en el invierno
cuando el otoño cubre  su calvicie de anciano
de hojas amarillentas.

Subo al tren para estar cerca de ti en destino
por caminos de hierro inseparables,
brazos equidistantes y vi(d)as paralelas.

El tren entra en un túnel, agrandado la noche,
cuando pasa otro tren en dirección contraria
inundado de luz  en el vagón postrero
desde donde  me miras fugazmente
con tus ojos de estrella.

Desorientado no sé si voy o vengo,
si yo voy hacia ti o tú vienes a mi
sólo cuando te alejas.

Para el tren y me apeo.
Regreso hacia mí mismo solo.
Ahora es todo mi cuerpo
quien vuelve a ser una estación de paso
de inviernos y veranos
otoño y primavera.

Oculto entre la sangre, el virus de tu amor perdido
retorna a recorrerme entero
por el túnel circular de arritmias
de mis venas y arterias.



domingo, 12 de enero de 2014

SOBRE TU LAPIDA

Aun subsiste mi amor enajenado
por las brumas del tiempo envejecido.  

En estos años de mi vida solo
muchas veces me he sentido
un luchador enfermo
y ya me siento un vencedor vencido.

Cuando el tiempo ya no tenga estaciones,
el día sea solamente la noche,
en el mar se evaporen  las olas de retorno
y las venas sin sangre
no transmitan al alma la sensación de frio;

entonces...
sin complejo de culpa, sin pecado,
sin el cerebro que le ponga a la conciencia escudo,
en ese lapso de la vida eterna
me pasaré la muerte todo el tiempo contigo.

lunes, 6 de enero de 2014

HUELLAS DE IDENTIDAD


Por qué tuvieron que ponerme un nombre
y añadirle detrás los apellidos
y así identificarme,
si yo quise nacer como la lava de un volcán
siendo ceniza de metal o manantial de esperma
saliendo de la gruta vaginal de la carne...?

Por qué me amamantaron si hubiese preferido
ser la primera gota que desató el diluvio,
ser el último grano de arena que saturó el desierto;
ser torre en el castillo y amurallar mi cuerpo
con la piel de las piedras
de la misma manera que el mar en la tormenta
se hace muro en las olas luchando contra el viento
y se hace impenetrable.

Yo no escucho la voz de la conciencia
cuando me habla de sentimientos puros,
amistades profundas, verdades absolutas,
amores verdaderos, paraísos perdidos o fiscales,
de la fauna salvaje enjaulada en un parque,
de seres racionales que matan a distancia
o me dice que un niño es tan solo
un hombre en miniatura.

Esa voz me parece la de una plañidera
que llora por dinero, desgarrando en la noche
las desgracias del mundo.

Ahora tengo la conciencia tranquila:
me encuentro sosegado entre la gran marea
de seres agitados ocultos en su sombra.
No me engaño pensando que la vejez es sólo
infancia y juventud tardía acumuladas.

La energía de un toro, las piernas de un atleta
son mi mayor nostalgia.

Las flores marchitadas y la quietud del aire
son mi mayor tristeza.

Busco lo que no encuentro: amigos infantiles,
la pureza del agua, el chopo centenario al borde del arroyo
que ocultaba en sus hojas el nido quejumbroso
en que nacía el viento,
las palabras con alma, el alma de los cuerpos,
las sílabas del aire convertido en aliento
que encuentran en los labios la magia de los besos;
el bálsamo en la herida
por el aire y el sol cicatrizada.

Detesto mis comidas sin hambre, mis bebidas sin sed,
los fármacos prescritos firmados con veneno,
las batallas ganadas por las causas perdidas.

La vida es un instante que surge de la nada
buscando el infinito.
Todo está en el presente. Nada importa
lo que se ha de vivir ni lo vivido.
Una pasión que atormentó la mente
sangrando en la memoria
es tan solo un paréntesis de angustia
que se quedó sin voz en el olvido.

Si el mar es el origen
en que nació la vida de la nada
por qué mirar abajo,
buscándome en el agua las raíces profundas
si pienso seriamente que el abismo es el cielo...?



viernes, 3 de enero de 2014

ELECCIONES

Si pudiese elegir elegiría
la salud del enfermo imaginario,
el amor con que odia el más valiente
y el odio con que ama el temerario.
el vestido de seda de la mona,
la reina de diamantes
coronada de espinas sin corona.,
la otra mitad del monje y el soldado
que sin crucifijo y sin espada
pueda sacar pobreza de la nada,
al toro enamorado de la luna
con quien José Tomás tuvo un romance
y al mirarse en sus ojos le tendió el capote,
se puso por montera la cintura, acarició su piel
trocó las banderillas por los dedos
la espada por la lengua, los labios por estoque
y no le pudo matar de amor a base de flechazos
porque al toro enamorado del torero
en vez de cuernos
le crecían brazos.

Si pudiera elegir, elegiría
a la Venus de Milo cuyo molde
se repite una vez todos los días
con brazos y vestida
en un cuerpo escultural con nombre de María.


domingo, 15 de diciembre de 2013

AMOR TEÑIDO EN ODIO

El poema que me gustaría escribir
si no estuviese escrito ya.

Abrió la puerta y dibujó una flecha.
Estaban esperando las palabras
al pie de las dos manos,
pretéritas, silentes, cerradas y orgullosas
como una cicatriz.

LUIS OROZ, poeta del instinto.


AMOR TEÑIDO EN ODIO

A veces 
              acontece
                               que amanece
más pronto que otros días.
Un poco soñoliento
me levanté  pensando que un siglo
no puede ser un año cien veces repetido
y decidí olvidarte.

Cerré la cremallera de los dientes,
aislando así la lengua de los labios
y me quedé sin voz con tu silencio
esperando llegar hasta el ciego
y sordomudo abismo del olvido.

Sin ruido, sin rencor, sin amargura
imaginé que no podrías entrar
por las ventanas de mis poros abiertos
y agravar la pesadilla ingrávida
de mis celos ingenuos con un suave  contacto.

Quise volver a mí ya sin tus olas
y recorrerme entero sin tu sangre.

Ay... qué pequeña eras ahora
en mi existencia propia conseguida
fuera ya de ese círculo que bordea
y envuelve el desengaño

Pero no, todo fue inútil. Sólo por un momento
fui como el grano de playa
que queriendo vivir en soledad la vida de ermitaño
se trasladó al desierto.

Llegué a mi mismo tarde.
Eras tú la que estaba
dentro de mí esperando.

Buscabas desde dentro ser otra vez
la voz de mi conciencia.
Manejarme como un juguete propio
enredando los hilos de mis nervios
narcotizar de nuevo mis sentidos.
Subirte a mi cabeza, enterrar mi memoria
para borrar la historia turbulenta
de tanto amor con otros compartido.

Cuando te conocí fuera de mí en la atmósfera
tenías la forma escultural de un ánfora,
adulterio del vino,
encarnación de amor en pasión violenta,
distorsión del orgasmo en las metáforas.

Pensabas que el amor era un hombre sin nombre,
dibujado y ahogado en la corriente de un río.
que las palabras son sílabas difusas
que sólo tienen eco en el grito, la cúpula del pecho
o el gemido.

Sentí la diferencia existente
entre estar dentro de mí y de ti
ocupando tu cuerpo con orgasmos ya secos
y vacíos.

No pude aguantar un sufrimiento más,
porque cuando quería ser únicamente mío
tú habías hecho bajo mi piel tu casa.

De esta forma invadido
hice acopio de fuerzas
en la estructura incorporal del alma.
Una congoja testicular atenazó mi vientre,
salió de sus entrañas  ira metalizada,
mi lengua perforó los dientes
colocando en los labios kilómetros de rabia;
abrí la boca como cráter de volcán rugiente
y te lancé fuera de mí como estrella fugaz
que perforó las nubes,
poniendo en la distancia
una luna de lava.



martes, 24 de septiembre de 2013

La vida sumergida

Abrí los ojos y recordé mi sueño,
un sueño no vivido, muchas veces soñado,  
de imágenes borrosas, pesadillas confusas
con palabras calladas, lleno de realidad.

En la ciudad del Neva,
a veinticinco grados bajo cero
el sol era un recuerdo remoto del verano.

Me asomé a la ventana sin abrir los cristales,
y vi caer halcones, gaviotas y palomas
entre copos de nieve,
que cubrían de plumas y pintaban de blanco y rojo
los pies de la ciudad.

La gente paseaba por la avenida Nevski
cubierta la cabeza con un gorro negro o marrón
sin forma de sombrero
a la sombra de la noche y el frío,
hablando de un futuro, presente del pasado,
reflejado en las estatuas forradas por el hielo,
memorias pétreas proyectadas
a un futuro de guerra y paz, mas siempre violento
de batallas antiguas perdidas o ganadas.   

Me puse a  recordar entonces
ante tanto gentío amistoso, pacífico y tranquilo
lo que había sido en realidad la historia
en su geografía:
un reguero de sangre coagulada
del tiempo en la memoria,
y una losa en los campos de exterminio,
enlutada por una guerra fría.

Como en tantas ciudades
ni hidrógeno ni oxígeno purificando el aire
de la ciudad humana brutalmente agredida
que levantaba sus músculos de acero y hormigón
como fantasmas pétreos,
cimentando sus pilares en ciénagas de lodo
con hedor a cloacas y lluvia radioactiva.   

¿ Quién colocó en el polen las alas de la muerte?

¿Quién firmó con veneno la receta al enfermo,
y al pretender curarse le emponzoñó la herida?

Quién cerró las ventanas y proyectó de noche
la película en blanco que se filmó de día?

Esos brazos abiertos por cuyas venas
corre la fiebre soterrada,
ese pulmón que inhala la polución que emana
de una industria agresiva,
ese joven nacido para ser educado
y sufre en sus tejidos la carcoma del alcohol
y la droga, marginación y sida.

Esa danza macabra de esqueletos vivientes
que llegan de países cercanos y lejanos
está testimoniando que en el mundo hay dos vidas:
una vida que emerge nadando en la abundancia,
porque está sustentada por otra sumergida.


Cerré los ojos y volví a otro sueño,
esta vez ni vivido ni soñado.

La razón de haber ido a Petersburgo era  
encontrar el paraíso del amor perdido,
en la mujer eslava.

Halcones, gaviotas y palomas renacidas  remontaban el vuelo
hacia otros horizontes más limpios, y agitando sus alas
le pedían  que pariese  de nuevo,
fecundando su vientre  con la mejor semilla,
que naciera y creciese como crecen las plantas,
respetando el desierto, purificando el aire,
casadas con el sol y amantes de la lluvia.

Le pedían que sus hijos al igual que las nubes
vagasen por la tierra sin ponerle fronteras
donde el rencor y el odio no tuviesen cabida;
que al hablar en sus leyes de derechos humanos
y seguros sociales,
como en los animales
no fuese necesaria la palabra justicia.

Que el amor fuese más que una simple palabra:
un corazón latiendo con la sangre de todos.

Y la paz fuese un río navegable y profundo,
caudaloso, transparente y extenso,
que fuese tan inmenso

que no tuviese orillas.