martes, 3 de septiembre de 2013

PRÓRROGA












He pedido una prórroga a la vida
para seguir amándonos;
y la vida me ha dado todo el tiempo perdido
desde que fuimos niños y nos sentimos solos
el uno en pos del otro,
sin saber quiénes éramos, dónde nos hallaríamos,
en qué temblor de sensaciones nuevas,
de ansiedad reprimida, dispersos en la duda
y entre el amor buscándonos.

Yo buscaba una niña que tuviese en la frente
tatuada una cometa,
con un cuerpo de espiga y piernas de tebeo,
imán en la mirada y un ancla en la sonrisa,
un enjambre de abejas saliendo de sus ojos,
y un chicle de amapolas explotando en sus labios.
Una niña silvestre que estuviese volando
en un prado de hortensias como una mariposa
y al levantar los brazos para coger las flores
las yemas de sus dedos me pareciesen pétalos.

La sentí adolescente sentada en un pupitre
agitando en su mente torbellinos de ideas,
rebelde a la obediencia de mandamientos falsos.
La observé en los recreos discutir con los chicos.
La seguí en los tranvías, la perseguí en el metro.
La busqué por las calles de Madrid, Petersburgo, Nueva York y Venecia
- suburbios, bulevares, avenidas y puentes-.
Me hizo cruzar de noche por parques de cemento
y jardines de piedra con árboles de asfalto.
Me llevó hasta la costa por caminos de hierro.
Se bañaba desnuda.
Bebía agua del mar en vaso de corales.
Su vientre era una playa de arena, sal y caracolas vivas.
En su pecho bullía el magma incandescente
de un corazón volcánico.

En las horas de insomnio la llamaba María ;                                       
y es que María era en mi pozo de ensueños
mujer- pez  que vestía
 jersey marrón y pantalón vaquero,
zapatos de tacón de aguja con escamas
y un cinturón de cuero
cuya hebilla tenía la forma de unos dedos abiertos
 que enlazaban sus manos.
Como una copa de cristal su talle se ovalaba en el pecho
con un nido de palomas gemelas con el pico de nácar
que había construido en las ramas de sus brazos.

Cuando creí encontrarla se me acabó la prórroga.
La vi en la lejanía huyendo de los hombres
hablando a las gaviotas en la popa de un barco.

Me había enamorado de una sirena rubia,
nacida hace unos años  en la margen izquierda del Neva
donde se juntan lluvia y nieve del río
con el hielo del Báltico.
Yo la estuve buscando durante casi un siglo
desesperadamente
por las cálidas aguas del mar Mediterráneo.
Y hasta que los dos mares, igual que nuestros cuerpos,
no se junten en una sola ola, con la inercia del alma
a través de los siglos
la seguiré buscando.


1 comentario:

  1. Ángel, es un Poema bellísimo, con una carga de profundidad que abre inspiraciones. Poesía en estado puro.

    Si me das tu permiso, postearé algún fragmento en mi blog.
    Eres un grandísimo Poeta, aunque sé que no hace falta que yo te lo diga.
    Un abrazo, compañero.

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