domingo, 27 de enero de 2013

Acróbata

Pasa todas las noches,
y es que soy el acróbata que trabaja en el circo
de ese gran espectáculo que me brinda tu cuerpo.

Doy un salto
y me elevo por los hilos invisibles del aire
y alargando los brazos con los puños crispados
me sujeto al trapecio.

Desde la atalaya de mi pensamiento
veo las montañas y las cordilleras
en que habita el fantasma del miedo.

Hay un águila sola volando en la noche
que de pronto sin viento, sin alas ni garras
se desploma fulminada hasta  el suelo.

Mi  mirada se nubla de pronto
y las luces que iluminan la escena del circo
 me proyectan remolinos de fuego.

Con los ojos cerrados-abiertos y el pánico enfrente
siento como  en un embudo
la embriaguez del vértigo.

Miro abajo y contemplo el terror en tu rostro
con caricias y besos de dolor en los labios
con mi sangre brotando en tus dedos.

Siento un arrebato de pasión con un loco deseo
de ocupar el espacio interior de tu sexo.

Balanceo mis piernas, contorsiono mi tronco,
hincho los  pulmones y sacando pecho
desafío la magia del riesgo.

No lo pienso más.

Atraído por el rayo de luz que me irradian tus ojos
 me  lanzo al vacío
 dando saltos mortales.

No me asusta caer, pues la piel
con que cubres tus muslos, tu vientre,
tus pechos, tus brazos, tu cuello, y tu pelo
es la red
en que quiero vivir mis momentos finales.

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